Unión y Soledad

¡Hola a todos! Con tantos estímulos externos… Luces y festejos, puede que terminemos por darle prioridad a lo que nuestros ojos vean cubierto por el halo mágico y navideño… Dejando en el suelo – olvidado… – lo que en el interior llevamos dentro; en esta época de recibir y dar cariño, este sentimiento no debe ser exclusivo para nuestros seres queridos, sino también para nosotros mismos, darle afecto a nuestra conciencia, mente o Pepe Grillo pues este, desde el principio, ha estado con nosotros muy pegadito… ¡Hoy hablaremos sobre como la soledad, más que un elemento a evitar, es un amigo el cual no debemos de ignorar, nos brinda una oportunidad, ocasión de reflexionar y abrazar todo lo que a lo largo del año hemos terminado por protagonizar!

Desde Zapatos al Aire, Un abrazo.





Bueno, hasta pareciera broma… 

El tópico de este artículo se asemeja más a una mofa – un insulto para todos aquellos que buscan  consejo y sabiduría en estos fragmentos de memoria escrita… – que a un tema reflexivo el cual  genere interés por sus deducciones, y no sólo por la imagen que acompaña al mecanuscrito… 

Es decir, por el amor de Cristo… 

¿Quién en su sano juicio pensaría que es mejor pasar las fiestas navideñas y de año nuevo en  solitario que acompañado por sus familiares y demás seres queridos? 

… 

¿Qué acaso de eso, en las entradas previas, no hemos hablado? 

¿Abordado la importancia del amor y la amistad en esta época de esperanza que a la mayoría le  inspira a seguir soñando? 

¿Por qué entonces venir a insinuar y escupir sobre todo lo anteriormente se ha profetizado? 

¿Por qué declarar que para algunos – quizás muchos… – la soledad es su verdadero refugio, el  único consuelo que requieren para mantenerse y seguir andando por el rumbo? 

… 

Todas… 

TODAS las películas de temporada atacan esta práctica, enseñando con ejemplos que andar  solitos no hará más que traer sufrimiento a quien se atreva a invocar a este fantasma… 

La escena final siempre es cálida… 

Un abrazo… Un reencuentro… La reconciliación de la familia – de sangre o elegida… – que,  debido a la desdicha, se vieron separados… O al menos hasta el momento en que los iluminó el  ánima bendita, la racionalidad que les hizo recapacitar sobre lo importante en esta vida… 

… 

Habiendo dicho esto, entonces… 

¿Con qué fundamento presento este caso? 

¿Cómo me atrevo a desperdiciar este espacio? 

¡¿De algo mejor podría estar hablando, no?! ¡¿Abordando otro producto hollywoodense el cual  cargue en su interior una enseñanza que muchos estén deseos de escuchar de boca a rabo?! 

… 

¡Cierto…! Y falso… 

Retomemos un ejemplo que en la semana pasada fue referenciado …

La cinta, Mi Pobre Angelito… 

Todo un clásico… 

La historia ya fue explicada, pero, resumiendo la entrada, el cuento trata sobre como un niño  se queda solo en casa mientras que su familia a Francia se larga (perdón por la palabra rancia, pero  si no la usaba, entonces la cosa no rimaba). Lo que en un principio el pequeño disfrutaba – el deseo  de hacer desaparecer a su familia de forma gacha…– de a poco se transformó en algo que repudió  con ganas pues, con el pasar de la horas y días de la semana, a su mamá… Papá… Y demás  hermanos extrañaba; dejando a un lado la trama en la cual se ve forzado a defender su casa de la  banda de bandidos mojados los cuales, en la oscuridad aguardan, esta historia… Esta película…  Toca un particular punto de vista, uno que no muchos individuos en su vida identifican, y si lo  hacen, puede que por miedo o desconocimiento la traten con pinzas. 

La soledad y el darnos cuenta que, en realidad, esto no apesta… 

El mantenernos recluidos ya se había abordado, más en específico, cuando el proceso del duelo  y la depresión se vieron abordados… Empero, en esos momentos, la tinta con la cual se plasmaban  las letras en el papel eran de tonos y matices de dolor y remordimiento, de tener que procesar la  muerte de un ser querido del cual uno pudo no haberse despedido… De tener que empezar a vivir  nuestro proceso, ese camino a la aceptación de algo que ya no tiene remedio; en esta ocasión, al  mencionar el aislamiento, lo hago bajo otro contexto, uno que en este mundo tecnológico e  inmediato puede que desconozcamos por completo. 

El dejar los distractores por un momento, mirarnos al espejo – o hacia al viento, en dado caso  que a la mano no tengamos ese objeto… – para decir: hola viejo… 

… 

¿Qué con esto a quien me refiero? 

¡Sencillo! 

A la sombra que proyectan nuestros cuerpos… 

Nuestra conciencia, alma, esencia, o Pepe Grillo que llevamos por dentro, esa vocecita que en las  buenas y en las malas es cómplice de nuestros destrozos o festejos, la cual nos anima a seguir o  nos forza a que recapacitemos… 

Claramente en la cinta en ningún momento se le ve a al pobre angelito entablar conversaciones  profundas con su persona las cuales, al final, lo llevaron a actuar, sacar la casta por el patrimonio  material de sus papas… Sin embargo, existen pistas las cuales dejan ver que, mediante este método,  le ayudaron a evolucionar y a cambiar, adaptarse a las circunstancias las cuales le heredaron un  conocimiento que a partir de ese momento pudiera como insignia portar… O al menos hasta que  la secuela forzara a que su memoria todo lo previamente aprendido llegara a olvidar; como me  dijeron alguna vez en la carrera, no todo en la vida es miel sobre hojuelas, arcoíris o cementerios  con tumbas y niebla que a cualquiera aterra… Incluso en la miel hay hiel… Y en la hiel, miel…

Previo al tercer acto (antes de elaborar el plan con el cual repeler el ataque de los bandidos  mojados) nuestro héroe – cabizbajo… – visita una iglesia, supongo que a buscar consuelo o un  poco de esperanza… Luz… Y destello mágico que le dote de las fuerzas necesarias para soportar  lo que a continuación lo va a estar abordando; una vez dentro del templo, se topa con un viejo, uno  de sus vecinos los cuales, hasta ese punto, él y sus hermanos creían un asesino. 

Tras haberse sentado comienzan a hablar, y lo que se le revela a la audiencia es sin duda alguna  espectacular… 

Debido a que es mayor (un hombre de la tercera edad) se podría creer que al pequeño le daría  algún consejo que le inspirara a no flaquear, continuar con la lucha de la cual, parece, ya no puede  más… Pero este no es el caso… Quien dedica más tiempo a sus diálogos es el pequeño niño que  llegó agachado, y mediante estos, demuestra lo mucho que creció como persona en los pocos días  en que se vio olvidado; no sólo tiene la osadía de hacer ver que ya no le tiene miedo a lo que  durante mucho tiempo lo tuvo atormentado (el calentador ubicado en la zona de lavado, algo que  en una escena previa se había desglosado), sino que también, dota de un consejo, una sabiduría  que al pobre anciano, al final de la cinta, le terminó por arrancar una sonrisa de los labios…  Exagero un poco, el adulto también le da consejos comparados a frutos, pero, en lo personal, quien  se lleva el partido es aquel de corta edad… 

He sido una molestia últimamente, dije algunas cosas que no debía… La verdad no me comporte  muy bien este año, y estoy molesto por eso porque realmente quiero a mi familia, aunque a veces  diga que no la quiero… A veces hasta creo que no… 

… 

- Si le apena, ¿Por qué no lo llama? – 

- Temo que si lo hago el no querrá hablarme… – 

- ¿Cómo lo sabe? – 

- No lo sé, sólo temo que no quiera. –  

- No se ofenda, pero… ¿No está muy viejo para tener miedo? – 

- Se puede ser viejo para muchas cosas, pero nunca para tener miedo. – - Es cierto, yo siempre le he tenido miedo a nuestro sótano, es oscuro y hay cosas muy raras  ahí, y huele muy feo, me disgusta, me ha molestado muchos años. – 

- Los sótanos son así. – 

- Y luego me obligué a bajar para lavar mi ropa, y descubrí que no es tan malo… Todo ese  tiempo había estado preocupado, pero si uno enciende la luz, no pasa nada. – - ¿A qué te refieres? – 

- Me refiero a que debe llamar a su hijo. – 

- ¿Y si no quiere hablarme? – 

- Al menos lo sabrá, después puede dejar de preocuparse, así ya no tendrá que tener miedo…  No importa lo furioso que este, yo le hablo a mi papá, especialmente en días de fiesta. – 

¡Allí! ¡Es allí donde se aparece el conocimiento que se genera cuando uno se toma el tiempo de  reflexionar – filosofar… – con la vocecita que habita en las cabezas!

La época navideña por excelencia invita (y hasta cierto punto nos obliga, ya sea por moda,  interés o por que de verdad a nuestros corazones ilumina) a pasar el tiempo con la familia, como  ya previamente se había dicho, la nieve… Adornos… Y demás símbolos de Papa Noel y sus  nomos, provocan que nosotros recapacitemos un poco, reorientemos la brújula hacia lo que es  hermoso… Y, aunque cada quien tiene derecho a vivir su vida, en automático – de no tener una  razón distinguida… – la gente elabora historias de fantasía, especula los motivos por los cuales  decidimos ser ermitaños en semejantes fechas cálidas y emotivas. 

No obstante, al ser días de reflexión profunda (por ejemplo, al momento de establecer nuestras  metas antes de ingerir las uvas), inevitablemente nos tendremos que enfrentar al espectro que en  lo más profundo de nuestra cabeza deambula… Aspecto que muchos, ni de broma, quieren toparse  por temor a lo que dirá el juez y jurado más canijo al que nos enfrentaremos nunca; la soledad es  vista y tachada como enemiga… En lo íntimo prefiero verla como a una vieja amiga, una que está  allí, para mí, sin importar del día, una la cual siempre sabe que decir, sin importar que la respuesta  pueda hacer brotar una sonrisa… O una mueca de disgusto y enojo la cual nos viene a amargar  desde el alba hasta el momento en el que el sol se pierda tras las montañas. 

El diálogo con uno mismo es vital, posee una suma importancia pues nos ayuda a nuestras  propias conclusiones sacar, desarrollar un pensamiento más crítico para que nada ni nadie de forma  tan sencilla nos pueda engañar… Sin este, cualquier cosa aceptaríamos sin pensar, esa famosa y  bendita brújula ética y moral de muchos apuros y debates sin sentido no nos podría recatar; no hay  mejor aliado que uno mismo, así como no hay peor enemigo que aquel que con nosotros comparte  los momentos más íntimos. 

Por mucho que esto se abordará con mayor detalle en el artículo final, no me gustaría dejar pasar  la ocasión de poder implementar este elemento que a mi argumento podrá reforzar. 

Los clásicos doce deseos, esa última docena de campanadas mediante las cuales despedimos  al año viejo, se constituyen a partir de lo que más queremos, una lista que ni Santa o los Reyes  podrán otorgarnos por completo. Tras una reflexión extensiva (diálogo cordial o errático con la  esencia de nuestros organismos), reparamos en los puntos fuertes y débiles de nuestro accionar a  lo largo del año que ahora termina, hacemos un repaso de todo lo bueno y malo… De aquello que  hemos honrado, amado y respetado… De aquello que hemos atacado, ignorado u olvidado… Y a  partir de eso, hacemos una lista de trabajo, un instructivo de nuestros deseos y de todo aquello que  necesitamos para alcanzarlos. 

… 

Hablar con nosotros mismos es complicado ya que a nuestra conciencia no podremos engañar  con argumentos falsos… 

Por muy orgulloso que pueda llegar a hacer uno, al final con ese cura o madre tendremos que  confesarnos, aceptar que hemos acertado o equivocado… Y por ego… La verdad nos la  guardamos…

Debido a esto, tengo varios contactos los cuales no soportan la idea de estar abandonados, no  saben qué hacer, por lo que se le pegan a cualquier que por esos momentos se encuentre  pasando… 

Una gran mayoría piensa que al morir seremos juzgados, que ante alguna deidad tendremos que  rendir cuentas de nuestros actos… Que este desafío será, por mucho, el más enrevesado… Sin  embargo, al cerrar los ojos, allí estará la sombra que en el suelo proyectamos, mirándonos,  dispuesta a torturarnos todos los días hasta el momento en el que El Creador se haga cargo… 

La paz interior es igual de importante que los regalos, sólo que tendemos a olvidar este factor  debido a tanta mercadotecnia y productos publicitados; el amor propio también es un obsequio el  cual tendría que emocionarnos… Poseer una conciencia tranquilo que, ante cualquier conato, nos  sirva como respaldo, esté para nosotros… Para apoyarnos… Y no para frenarnos, atacarnos; en  esta época de dar y aceptar amor, primero debemos ser capaces de querernos a nosotros mismos  antes de intentar procurar profetizar y recibir este sentimiento de un ser querido. 

… 

El hecho de adoptar esta postura no nos vuelve narcisos… 

No si también mostramos cariño por los pasajes más oscuros que normalmente desconocemos  para evitar ser señalados con el dedito… 

Esto, más que debilitarnos, terminará por cobijarnos, dotándonos de una fuerza que los demás  interpretaran como si se tratara del destello de un faro… 

Seremos indestructibles… Estaremos blindados… Y esa protección se la podremos pasar a los  que – gracias, de nuevo, a la reflexión que traen las fiestas decembrinas… – a los que tanto  hemos amado… 

… 

Si Kevin McCallister… Niño de ocho años… Es capaz de mostrar esta madurez y cambio en una  situación que a cualquier otro hubiera dejado petrificado… 

¿Con qué excusa podemos justificarnos, argumentar que, debido a ciertos factores, nuevamente,  este año, hemos fallado, fracasado? 

Incapaces con nosotros mismos reconciliarnos, entablar un diálogo con nuestra mente sin que este sea a modo de regaño, correctivo por acciones que sabemos nos han manchado… Pero, aun así… Protagonizamos… 

En estas navidades, lo ideal, antes de reunirse con la familia para brindar… ¿Por qué no primero,  con nosotros mismos caminar? 

¿Andar tomados de la mano para así, tranquilos y en calma total, el próximo año comenzar a  preparar?


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