Resilencia ante los problemas
- “En esta hora difícil… Quizá la más fatídica de nuestra historia… Quiero hacer llegar a los hogares de todos mis súbditos – tanto en la patria como en ultramar… – este mensaje que les expreso a todos con la misma emoción profunda que si cruzara su puerta y les hablara personalmente a cada uno…” –
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Al pobre Jorge V – monarca del Reino Unido, de forma reciente al trono había ascendido… – se le trababa la boca… Por mucho que se esforzara (sus ejercicios de lingüística y dicción rememorara) su tartamudez no lo dejaba, en especial ahora que hablaba… Dictaba… El destino de Gran Bretaña (debido su decisión) por siempre cambiara…
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- “Por segunda vez en la vida de la mayoría de nosotros estamos en guerra… Una y otra vez hemos tratado de encontrar una salida pacífica de las diferencias, entre nosotros y los que ahora son nuestros enemigos… Pero ha sido en vano, nos han forzado a un conflicto; hemos sido llamados, con nuestros aliados para afrontar el desafío de un principio que, si tuviera que prevalecer, sería fatal para cualquier orden civilizado en el mundo...” –
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En el Palacio de Buckingham se encontraba, en un cuarto acondicionado para brindarle paz y calma; por una ventana, la brisa entraba… su mentor y amigo, Lionel Logue… Se había encargado de que esto pasara, cerciorarse de que el ojo maligno – la luz del micrófono… – no lo abrumara con su brillo…
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- “Es por este alto objetivo que ahora llamo a mi pueblo en sus hogares y a los que están en ultramar, para que hagan propia nuestra causa… Les pido que se mantengan firmes… En calma y unidos en este tiempo de prueba; la tarea… Será difícil…” –
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Miles de pensamientos se congregaban en su cabeza, todos y cada uno de ellos con la finalidad de distraerlo – bajar su autoestima, reducir su confianza a cenizas… – para que así tropezara… Pero él no se dejaba… Y a pesar de la avalancha, a uno en específico se aferraba…
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- “Pueden haber días oscuros por delante… Y la guerra ya no se limitará al campo de batalla… Pero sólo podemos hacer lo correcto – como vemos lo justo… – y con reverencia comprometer nuestra causa a Dios...” –
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Uno que se originó de las llamas… La rabia… Un sentimiento de impotencia que lo hizo expresar unas palabras, unas por las cuales no se rindió y siguió luchando sin importar cual fuera el desenlace de esta avalancha…
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- “Si todos y cada uno nos mantenemos firmemente fiel a ella – listos para cualquier servicio o sacrificio que se pueda exigir… – entonces, con la ayuda de Dios, prevaleceremos… Que Él nos bendiga y nos guarde a todos…” –
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Escúchenme… Escúchenme… ¡Escúchenme! ¡¡Tengo derecho a hacer escuchado!! ¡¡¡Tengo una voz!!!
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El discurso del rey es una cinta que sin duda alguna inspira… Nos hace ver y entender que cualquier desafío – sin importar que este sea físico, mental o que resida en nuestro espíritu… – puede ser conquistado y sometido… ¡Claro! Eso, siempre y cuando, se trabaje y se luche por alcanzar el objetivo máximo… Un desenlace con el cual soñamos… Un final en el cual cosechar todos y cada uno de los frutos de nuestro esfuerzo empleado.
He de confesar que escoger una escena con la cual abrir esta entrega fue una verdadera tarea… Desde mi humilde opinión, requirió de un análisis y estudio extensivo pues… A mi parecer… ¡Gran parte de las secuencias despiden grandeza! Están muy bien logradas, los diálogos y las interacciones son de oro y plata, todo esta pensado y construido para hacer ver… Entender… Disfrutar y sufrir la travesía, el viaje mediante el cual el protagonista – Jorge V, padre de la actual monarca de toda Gran Bretaña… – se enfrentó a sus propios demonios y demás trabas que le impedían ser la persona que en el fondo él quería, sabía que podía.
El gran espectáculo se da, no obstante, cuando en plena Abadía de Westminster – lugar histórico en el cual se coronan o los próximos reyes y reinas destinados a gobernar a la nación… – explota contra su mentor… Ventila su frustración… Años y años de burlas, menosprecio y poca fe en las habilidades de aquel próximo a hacer rey; es en este momento cuando al Jorge lo aborda una epifanía… El reconocimiento de que todo lo que ha hecho – diversos ejercicios y métodos con la esperanza de que lograra expresarse como todo un poeta en agonía… – no es una pifia, una perdida de tiempo mediante la cual sacarle más y más dinero de esos bolsillos los cuales…
Claramente, no necesita… Por fin entendió que estos en poco o nada le servirían si la otra mitad de la tarea no hacía.
La parte más importante…
Labor en la cual nadie ni nada puede ayudarte…
Obstáculo gigante del cual son sólo unos pocos los que pueden salir avantes…
Creer en uno mismo… Reconocer que, a pesar de las fallas, de todos los baches que a nuestra persona marcan… Seguimos en guardia, sin importar que tan duro golpeé la vida, nosotros no soltaremos la espada…
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Esta frase la escuché, por primera vez, en la cinta Capitán América: Guerra Civil… Pero me parece óptimo traerla a la luz mediante eso que expresó Winston Churchill en el film Las Horas Más Oscuras…
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Naciones… Que caen peleando se levantan de nuevo… Y las que se rinden dócilmente… Están acabadas…
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Existen – tal y como la recién expuesta… – un mundo de expresiones y pensamientos que retratan lo que es la fuerza, la determinación de no rendirse y mantener la espalda erguida y recta, darlo todo por aquello que sabemos merecemos recibir por nuestra perseverancia y nuestra entrega… Pero la de aquí arriba me parece un buen punto de partida pues hay que entender que nada podremos conseguir si no creemos en nosotros mismos y en lo que podemos forjar con dedicación y con el hambre de llegar más lejos que nuestros colegas… Familia… Y demás terceros que compiten con nosotros en el día a día sin que alguien de tregua o una bebida.
Hablar de la resiliencia es sinónimo de lucha y pelea… ¡Y sí! Aunque la gran mayoría de esta se libra con eso que hay allá afuera… Lo más importante – ese pequeño porcentaje el cual, aunque importante, nos toma tiempo el otorgarle este adjetivo, de entre los demás resalte… – es aprender a lidiar con eso que se oculta en la cochera… Asuntos personales… Inseguridades y miedos que paralizan la sangre, todos estos fantasmas – de no aprender a contrarrestarles… – que cuando quieran nos harán vivir una odisea, una situación que nos deje en jaque y de nuevo nos echen a la hoguera.
Podemos encontrarnos en el fango, haber sufrido injusticias que nos dejen con un sabor amargo…
Sentir que todo se encuentra al azar, aspecto que controlan unos pocos para sólo a algunos beneficiar…
Empero… Mientras creamos en nuestra propia capacidad… Nos podremos volver a levantar, intentar e intentar hasta que las cosas – en nuestro favor… – se comiencen a conglomerar…
De lo contrario… Si tiramos la toalla… Si nos rendimos gritando a los cielos que no hay esperanza… Ni aunque Dios del cielo bajara – en persona aplaudiera para así reavivar la llama de nuestra alma… – lograríamos volver a agitar las alas… Cual avestruz o pingüino, tan sólo fungirían como un recordatorio de lo que en alguna vez creímos… Pero sentimos, nos dio la espalda…
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Uno podría llegar a pensar que, para triunfar – labrar su nombre en la historia de la humanidad, lugar el cual pareciera estar reservado para lo más alto de la sociedad… – se requiere de una ayuda sobrenatural… Llámenlo suerte, toque divino o situación que el destino deja al azar… De cualquier manera, por causas que en ocasiones uno no puede explicar, aquel que no suda y trabaja a la par
termina por recibir las recompensas y beneficios que otros (los cuales se parten la espalda y sin chistar) han esperado por un lapso que parecería toda una eternidad.
Pero la cosa no es así, la bajeza y el poco entusiasmo no se premian, sino al contrario, se castigan de la peor manera, dándonos la falsa idea de que el camino fácil y conveniente es la respuesta, uno repleto hasta los dientes de incertidumbre, dolencias y nervios que queman…
El fútbol es un deporte en el cual el talento se premia, de forma constante escuchamos historias de prodigios que con el balón hacen milagros y hazañas que apantallan, dotan de una nueva canción que pueda entonar la marea… Pero… ¡No se dejen de engañar! Sólo hasta cierto punto el talento te va a llevar, la otra mitad – el restante del porcentaje el cual determina si en un campeón te convertirás… – es designada por las horas de entrenamiento… La disciplina… Y el régimen con el cual enfrentas las tormentas y ventiscas.
Debido a esto, me fascina una preposición, una dicha por la mismísima leyenda del deporte más significativo que pudo inventarse, uno que cada cuatro años une a las naciones para hacerlas ver como compadres, borra las diferencias que puedan existir entre ellos y que les impide relacionarse…
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Dios me dio el don de jugar al fútbol, y el resto lo conseguí porque me cuidaba y me preparaba…
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Edson Arantes do Nascimento…
Mejor conocido como Pelé, O Rei…
Alguien que, a primera instancia, las tuvo todas de perder… Los tabús sociales… Raciales… Políticos y culturales, aspectos negativos que a la fecha arrastramos cual si fueran un cáncer…
No obstante… él no se dejó vencer… siempre que se le presentaba un nuevo oponente, simplemente lo dribleaba para encarar al arco, anotar un gol, y festejar cual rey…
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Películas… Series… Novelas, cualquier tipo de material audiovisual que nos conmueva dictan que la lucha y la proeza – dedicar días y noches de ardor incalculable, sudor… Lágrimas… Y gotas de sangre… – se recompensa; llegado un momento en la trama, surgirá la oportunidad (esa que nunca hay que desperdiciar) para labrar su nombre en los anales de la historia humana, fungir como futura inspiración a todas aquellas generaciones que aún no habitan… Existen… Respiran, pero que muy posiblemente, en su futuro ADN, ya aspiran a alcanzar el cielo y las estrellas que en este habitan.
No obstante, en el mundo en el que vivimos – esa realidad la cual, más que justa, en ocasiones parece un mero capricho… – la paciencia y tranquilidad se ven eclipsadas por la inmediatez… Las ganas de ver el dinero… El oro… Los logros, ¡Pero ya! Recibir cuanto antes los aplausos que imaginamos merecemos y sentimos nos van a catapultar; la inmediatez que existe en la tecnología… En los mensajes… Y en la economía, nos ciegan y cautivan, nos hacen creer que no sólo estos rubros se pueden explotar con esta velocidad, sino que todo lo que deseemos y toquemos puede ser alterado y exprimido para así dotarnos de felicidad.
Debido a esto (al típico: te doy cinco segundo o mejor me enfoco en otro juego), ya muy pocos son los que poseen el aguante como para invertir tiempo y dinero por un largo tiempo, esperar a que se cosechen los frutos de la chamba… Pasión… Y calma, sin importar del canto de las urracas, puntos de vista que nos instan a buscar el éxito en otra cancha… Una que deje rubros… Una en la cual no tardemos mucho en sentir orgullo, ver que el esfuerzo de nuestro brazos, mente y piernas se vean reflejados a los pocos minutos.
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Al rey, Jorge V, le costó mucho…
Llegado a un punto, expresó que debido a su padecimiento – una tartamudez… Nervios… Y miedos… – él no estaba hecho para eso, liderar a un pelotón… En especial cuando la amenaza de la guerra estaba a nada de alcanzar a su nación…
Sin embargo, perseveró, no se rindió…
Logró dar la talla ante un conflicto que al mundo entero cambió, terminó siendo visto como un referente en esa época de oscuridad y desolación…
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Y este es sólo un ejemplo que a mí me gusto…
Historias de éxito hay por montón, y debido a esto, cada quien puede formar su propia conexión…
Su inspiración…
Fundamento para no quebrarse ante la presión, apostarle a la idea de lo que hoy parece tedioso… Cansado… Y no muy productivo en nuestro favor… Llegado el momento, nos convertirá en un ganador, motivo de orgullo para aquel que ahora sueña con volar en alguna ocasión, tener un futuro más acogedor…
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