Indiferencia y el pesar de darnos cuenta...




Se podía leer en los cantos, la historia de cómo un niño se apiadó de aquel que al mundo cargaba en sus brazos…

Solía ver aquella figura desde su cuarto, su silueta musculosa y cansada se plasmaba sobre los muros de arcilla y barro; los finos rayos, esos cuernos solares pertenecientes a los bovinos que del carruaje de Helios tiraban cual relámpagos, partían al cielo estrellado (coloreando al firmamento negro de un naranja esperanzado) a la par que al condenado – aquel Titán que, según decían sus padres, había pecado hacía ya siglos pasados – le exhibían cual estatua de mármol que a los ojos de Medusa recién habían presenciado.

Lo veía desde su lecho acostado… Sentado… E inclusive al momento de recargar sus codos sobre una vieja mesa de tronco astillado en un intento por resolver los problemas matemáticos que en la academia le habían asignado…

Pensaba… Meditaba… Todo a la vez que sus palmas el peso de su cabeza cargaban; la sombra del hijo de Gea temblaba, inclusive desde aquella sana distancia podía percibir cómo su espalda – así como a él, en ocasiones, los músculos de sus extremidades se contraían o azoraban debido a la fuerte demanda física que ayudar a su padre a sembrar la semilla de pasta (o al momento de escoltar a las cabezas de ganado a orillas del río Mylopotamos para que tomaran agua) representaba – gritaba… Rezaba… Imploraba a los Dioses para que dé una vez por todas le perdonaran.

Varios kilómetros y millas les mantenían separados… 

Pero, aun con eso, a lo lejos podía observar como a los pies de su cordillera – y de forma grosera – el pueblo le ignoraba sin reparo, sin cuestionarse el tipo de pena y tormento que el gigante en su interior pudiera estar cocinando…

Le eran indiferentes a su trabajo, impasibles ante menudo esfuerzo titánico, fuerza brutal y monstruosa que, en su momento, a los mismísimos Padres del Olimpo les hizo sentir pánico… Miedo… Terror de que alguien pudiera arrebatarles el trono divino que en esos momentos les daba el control sobre los humanos; empero, aquella rebelión fue un fiasco… Osadía por la cual pasaría el resto de su perpetua vida sudando, velando por el bienestar de un vulgo el cual no hacía más que repudiarlo… Rechazarlo… Desconocer el esfuerzo por el cual, ahora, el futuro de ellos… De sus hijos… Y de los hijos de sus hijos, estaba asegurado.

Se suponía que no debía de sentir lástima por aquel de cabello enmarañado…

¡Total!

Por pecar se lo había ganado…

No obstante, a su mente – en esos momentos donde el azul del cielo le indicaba a la gente que ya era tiempo de reanudar el trabajo que quedó pausado tras la caída del velo… La noche… Y el gélido viento – distraía… Confundía… Una pregunta le evitaba concentrarse en las actividades del día…

¿Qué será peor?

¿Sufrir por siempre de músculos agarrotados, o adolecer la indiferencia y rechazo de todos aquellos por los que velas sin descanso?

Menos mal que al final el niño se vio rebasado, menos mal que al final tuvo que salir corriendo para no perderse las clases que ese día el instructor había preparado…

Aún faltaba rato, pronto el muchacho podría responder a esto sin antes recurrir a un santo o a un sabio, su propia intuición e iniciativa lo llevaría a expandir su mente y conocimiento hasta lugares insospechados, elevando su calidad de persona a tal punto que hasta los mismísimos Dioses – así como sucedió con Atlas – se sentirán amenazados.

Por ahora, leer y escribir era necesario, es decir, no podía abandonar de la noche a la mañana su calidad de humano…

De seguro se estarán preguntando…

La verdad me sorprendería si esto fuera todo lo contrario…

¿A qué viene el relato, por qué no simplemente ir al grano?

Bien dicen los iluminados, un dicho en papel y tinta que a lo largo de los siglos se ha conservado: aquel pueblo que olvide su pasado estará destinado a cometer los mismos pecados...

He visto…

He experimentado…

He sido testigo de cómo un sinfín de civilizaciones en polvo y ceniza se han transformado… Autodestruido… Mutilado por su propia arrogancia y hedonismo encarnado, personificado una maldad que a sus mentes – a través de susurros – ha seducido hasta el punto del colapso, una locura insana que ha llevado a hermanos y hermanas a hacerse pedazos.

Debido a eso… Heme aquí… Un fiel ciervo el cual sólo viene a advertir; considerando el descaro (tremenda ofensa que me hará ver como a un tirano cuyo propósito real es el de venir a adoctrinarlos, evangelizar sus pensamientos para que al final coincidan y hagan eco de mis comentarios), he optado por romper los votos que hasta ahora me han limitado… Cegado… Evitado ayudar a todos aquellos que sufren debido a los pesares y maltratos… Asquerosos y desagradables obstáculos que la vida pone en su camino sin antes esperar que para ellos estén preparados. 

Yo soy el Creador

Escritor

Yo soy su guía a través de todos estos tópicos que por x o y razón la humanidad olvidó…

O ignoró, por simple indiferencia y rechazo, rehusó a darles consideración, vitales para su formación…

Se suponía que este nivel de conciencia y empatía no tenía que mostrar ni por error…

Se me había instruido… Indicado… Demandado que me mantuviera al margen y acatando cada una de las normas y reglas establecidas en el guion…

Neutral y directo… Un libro abierto… Una forma inocente de dar conocimiento sin intentar algo radical en el proceso…

Pero… La realidad me deja perplejo… Y así… La verdad… Yo no juego…

El destino del mundo está en jaque…

No falta mucho para que las grandes ciudades colapsen…

Exista una fractura irreparable entra varios sectores de un pueblo… Una nación… Que termine en desastre, evidencié que – a pesar de jurarle lealtad a la misma bandera – ni entre ellos mismos pueden llegar a soportarse…

Por eso, realizo este esfuerzo gigante… Decido confiar en ustedes… Tengo fe en que mis palabras y argumentos no se perderán en el aire, hasta cierto punto, servirán para sanarles…

Sin más, es mejor dejar de parlotear, de una vez por todas comenzar…

 


Y justo con eso comienza el primer problema…

¿Y por dónde empezar?

Existen tantos temas, tantos tópicos y asuntos de gran estela que podrían ser el parteaguas de esta contienda… Un esfuerzo por no seguir cayendo en decadencia, prevenir que la raza humana se ahogue en su propia miseria e indecencia… Que ayude a responder a la pregunta primigenia, aquella incógnita por la cual muchos – podría ser que, hasta ustedes mismos, lectores en turno – se mantienen en vela, incapaces de pegar el ojo para así recargar las energías que con mucha razón su biología… El cuerpo humano… Requiere con urgencia…

¿Por qué?

¿Por qué a mí?

¿Por qué nunca puedo llegar a hacer feliz?

¿Cómo poder volver a sonreír?

¿Qué camino todo esto podrá corregir?

¿Qué hice para este destino sufrir?

Bastante difícil ma atrevería a decir, no por nada ni hasta yo mismo sé por dónde empezar a desglosar su sentir…

Aunque… Esto último es mentira, de lo contrario, no estaría ahora mismo platicando sin expresar aún una idea concisa, aquella temática que en mi pensamiento iniciará la travesía, una fantástica aventura que llevará a buen puerto a todos aquellos que me sigan…

Para ello, debo retomar la historia de aquel niño que a Atlas veía…

Pasaba noche y día cuestionando si la indiferencia que la gente por él sentía le agregaba mucho más peso al planeta que en su espalda yacía…

La indiferencia que todos mostramos… Reflejamos… Y protagonizamos, en algún punto de nuestras vidas (por insignificante que ante nuestros ojos parecería) es un balde de agua fría… Una grosería… Motivo suficiente para que un tercero – aquel que sufre de nuestra apatía, una silenciosa neutralidad que grita cual alarma sísmica – piense que somos la peor porquería… Una escoria… Excusa de ser humano que, ante un grito de auxilio, prefiere seguir por la vía, caminar por la calle – o siendo el piloto o pasajero de un automóvil que se traslada por la avenida – aparentando que nada ni nadie nos necesita.

Hablar del desdén – ¡Indiferencia! Implemento un sinónimo para evitar ser repetitivo en este texto que apenas comienza – es como una cebolla, tiene diversas capas que se ramifican en una infinidad de rutas diversas… Lo sencillo, en este caso (en especial tratándose de un texto especializado cuyo fin último es el de poder heredar un conocimiento a todo aquel que se atreva a consultarlo), sería recurrir al diccionario… A un texto de psicología… O a un escrito de sociología cuyo solo propósito en la vida sea el de diseccionar el término del que hoy aquí se platica; explicar su etimología, dar ejemplos de cómo implementar la palabra en una oración que se nos solicita, o más concreto, conocer su definición por si solita, saber de una vez por todas lo que estas sílabas en conjunta simbolizan.

Por desgracia… 

Yo no soy esa clase de artista…

Soy el tipo de escritor que prefiere atacar el problema con base en las experiencias que nos deja la vida, memorias dulces y sombrías que por siempre inundarán nuestras retinas…

A la abulia – otro equivalente de la expresión del día – los libros de texto no le pueden hacer justicia. Sin importar su rama en la ciencias o en la lengua, estos con dificultad expresan… Revelan… Manifiestan algo que rompa el esquema frío y cuadrado que los rodea y gobierna; bien por algo hasta yo mismo, en un principio, me vi tentado – y hasta cierto punto presionado – en mantenerme frío… Escueto… Estático, apegarme a lo seguro para así no involucrarme tanto, optando mejor por dejar ver mi lado creativo en la tipografía que este software me ha otorgado… Esperando (y rezando) en que sus ojos escaneen el contenido de esta biblia, que de alguna forma afortunada o retorcida el texto inscrito pueda evocar las pasiones que sufren en el día a día, una forma de conectar con las enseñanzas que con esmero me encuentro plasmando en colorante y cuartilla.

Porque de eso se trata…

Pasiones… Emociones… Sentimientos que se encuentran tatuados en el código genético de los hombres, aspectos que ni hasta los mismísimos Dioses – esos que encadenaron al pobre de Atlas a por siempre cargar con un orbe – pudieron haber previsto que gobernarían la vida… Sus decisiones… El rumbo por el cual marcharían sin importar de las condiciones; es un mar abierto (cada quien le pone un grado y dirección al conocimiento), una capa de esa cebolla la cual hace que despierten y emerjan los peores demonios que llevamos dentro, unos que mediante lágrimas se escapan de nuestro cuerpo.

La vida te es indiferente…

La gente te ha tratado como si no te tuvieran de frente…

Pero… Y si hiciéramos un censo para ver cual dolor es más fuerte…

¿Cuál de estas categorías se llevaría el premio a la osadía, capaz de arrebatar la dignidad con la menor cantidad de esfuerzo y energía por parte de aquellos que nos rodean y vigilan?

Amor… Pasión… ¿Aquel cariño que sólo nos utilizó para después fingir que nunca nos conoció?

Impulso… Trabajo… ¿Aquel sudor perlado que en la jornada laboral y académica sólo está dando frutos amargos?

Vecinos… Familia… ¿Aquellos supuestos aliados que a la mera hora nos dejan tirados sin una respuesta, pero con muchas excusas y sonrisas fingidas?

Sociales… Universales… ¿Aspectos del planeta que ya no pueden postergarse, fingir que no existen para gastarse el presupuesto en otra parte?

Muchos temas, muchas variantes…

Pero la verdad no es tan difícil descifrar por dónde comenzar a hacerle frente a este mal viaje…

¡La respuesta está a nuestro alcance, es cuestión de darnos cuenta y no dejar que se nos pase!

Lo Personal… ¡Es esa la llave! Por ahí se inicia el combate…

He visto, he experimentado…

Previamente eso ya lo había aclarado…

Pero ahora yo pregunto…

¿En cuántos de estos escenarios ustedes se han visto involucrados?

Atestiguan un problema que viene a romper su tranquilidad de tajo… Puede que solitos se lo hayan buscado, puede que por suerte o desgracia con él se hayan topado… Sin importar cual sea el caso, la realidad dicta que ahora, topándose con una adversidad de cuidado (situación que en ocasiones pareciera una pared de ladrillo cuyo único deseo es el de emparedarlos), se ven obligados a hacer algo… Si bien puede que no para solucionarlo a un cien por ciento en donde al final todos salgan cantando, por lo menos lo suficiente como para empezar a cimentar las bases de lo que en un futuro podría llegar a ser un baile legendario.

Empero, con el pasar de los años – y el crecimiento de un colmillo que a los hombres y mujeres ha vuelto bravos – una tercera opción a saltado… Una conveniente y que no requiere de esfuerzo, fatiga y cansancio… Una que no requiere involucrarnos, ponernos los zapatos.

Creo que es mejor ejemplificarlo, por si aún no ha quedado claro…

De entre tantas historias que he vislumbrado – presentadas de una forma tan simple y rápida que en ocasiones me deja helado, como si todos y cada uno de los confines del espacio pudieran ser comprimidos y capturados dentro de la pantalla de un dispositivo electrónico que la humanidad recién ha creado, un móvil que hoy… Más que ciencia… Representa un estatus que ante la sociedad los alienta, dota de una clase económica la cual los representa – recuerdo una en particular que… No puedo negarlo, me dejó al borde del llanto; esta hablaba sobre como un perro era ignorado, por mucho que se paseara por la calle (en las inmediaciones de un puesto de tacos), la gente se desentendía de sus llantos, ajenos a los gruñidos que con su panza los estaba llamando.

En su torso se marcaban sus costillas…

Su boca salivaba al ver como las personas degustaban su comida…

El brillo en su carita…

No pude soportarlo…

A los pocos segundos opté por hacer ese video a un lado…

Voltear la cabeza, ignorar que todo eso había pasado… Rendirme… Si así quisieran vislumbrarlo…

Mentirme a mí mismo – por mucho que doliera – de que esa pobre criatura en realidad se encontraba a salvo…

El mundo que en su espalda carga Atlas se encuentra plagado, pareciera que en cada esquina se encuentra otra problemática que se alza del inframundo para atacarnos, amenazarnos… Cambio climático… Hambre… Sangre… Sed… Un sinnúmero de conflictos bélicos que no dan el brazo a torcer… Aquel mundo idílico que se manifiesta al final de las películas – uno pacífico lleno de vida y alegría – pareciera muy lejos de poder ser, darnos ese gusto de en él poder crecer.

Por ende, hoy en día, más que una grosería, la indiferencia funge como una coraza de metales que en las guerras salvan vidas, un mecanismo el cual evita que nos convirtamos en unas esponjitas… Unas que absorben las lágrimas de infantes y sus familias… De corrupción e injusticias… De sentir que la vida no es ese cuento de hadas que alguien – en algún momento – nos prometió que sería.

Pero, no hay que confundir, esto no descarta que en ocasiones la frialdad sea implementada para hacer sufrir… La autoestima y espíritu de alguien disminuir, de sus tiernos e inocentes jugos poder subsistir; la indiferencia – por excelencia – siempre será el gran villano de este juego al que se enfrentan… En otras palabras… Es como multiplicar algo por cero, sin importar que clase o que tan grande sea la cantidad que a su cuerpo comande (amor, trabajo, familia… Entre muchas otras cosas que de seguro ustedes podrán nombrar de acuerdo a aquello que los motiva), esta cifra apática y detestable de un plomazo mata a todo aquello que a nuestro corazón le inspire hacer brotar sangre.

Bien por algo una colega – J. K. Rowling, para esos que creen en la magia y en que los sueños pueden llegar a materializarse en esta tierra – menciona que: a veces, la indiferencia y la frialdad hacen mucho más daño que la aversión y el odio que una persona a otra le quiere comunicar.

¿Qué hacer ante semejante enfermedad?

¿Padecimiento que a la gran mayoría le lleva años de paciencia y dedicación poder aceptar y sobrellevar?

¿Cómo se puede uno liberar?

¿Despegarse de este espacio gris al cual no le importa estar encajonado entre el bien y el mal?

…   

Lamento informar… Que esto puede no llegar a ser una buena idea…Inclusive podría ser algo fatal…

No por nada hay que olvidar que para algunos esa armadura les permite respirar…

Disfrutar… Distraerse con los pocos placeres que en la vida aún se pueden encontrar…

El dejar de ser indiferentes es un arma de doble vía…

Una espada que corta y que salva vidas… Pero una que también nos puede hacer sangrar si no la implementamos con armonía…

Un fuego que con su llama ilumina y dota de un calor que en las noches entibia el aire que se respira… Pero una que también puede quemar y carbonizar la carne que ose abusar de su gentileza y divina luz de madera fundida… 

Una moneda que en un bolado te puede dotar de riqueza y alegría… Pero una que también – tras apostarle al lado equivocado – trae miseria e ira, la sensación de que hemos sido estafados por ciertas fuerzas divinas que desde el cielo nos vigilan…

Por esto y por mucho más, la impasibilidad en la actualidad es una burbuja mediante la cual nos podemos salvaguardar…

Una pompa de jabón que – así como a Cenicienta – hasta a la peor de las tragedias puede disfrazar y colorear de un brillo que a los niños invita a soñar…

Un círculo de tiza – de esos con los cuales las crías pasan las horas del recreo carcajeándose y disfrutando de la inocencia y magia que sólo ellos respiran – el cual evita que los males invadan las tierras de piedra caliza…

Un cinturón de seguridad el cual – de nuevo… – evita que nos lastimemos nuestras piernitas… Cuello… Brazos… O cualquier otra parte del cuerpo humano que pueda llegar a recurrir de una incómoda ferulita…

Desprendernos de este campo de fuerza es un acto de valentía…

Uno, que exige de nosotros un precio extremadamente alto, uno que podría llegar a cambiarnos…

El ser humano es un individuo que por naturaleza es hermano… Es decir, le gusta estar acompañado, es social, muy difícilmente se puede mantener aislado… En solitario… Privado de todo contacto humano… En ocasiones, por muy desagradable y terrible que puedan llegar a ser los dedos que cojan nuestras manos; sin embargo… Tras los casos mencionados… Bueno… No culpo al gentío de querer guardarse ante semejante cantidad de nota roja que se publica en los diarios… Válgame el caso… ¿Cómo expresar que mientras escribo esto, recién acabo de ver un aviso en el cual se lee que ya nada se puede hacer para frenar el cambio climático?

Las pasiones…

Emociones…

Aquellos sentimientos que funge en nuestro exterior como receptores…

Todos y cada uno de ellos se verían rebasados por las penas que a los demás acongojen…

¿Entonces qué hacer?

No todos pueden ignorar los problemas, de lo contrario, para este punto ya no habría un planeta Tierra…

¿Cuál es la fórmula secreta?

¿Mediante qué engranajes la máquina sigue operando sin problemas?

De nuevo, sin respuesta…

La vida real no es una historieta, el deseo de querer ayudar no brota cual plasma en herida abierta, la humanidad – por herencia cultural y genética – está programada para alejarse y evitar aquello que le afecta… Por darle un nombre… Instinto de supervivencia; no obstante, la verdad histórica este hecho niega, sin importar el desastre ni la fecha en que estos se desaten, siempre existe alguien… Un líder que nos inspira a ser más grandes… Un factor que dentro de nosotros genera una catarsis, una cascada de factores que llevan a la gente a romper las barreras – esas que, hasta yo, en estos momentos, me encuentro decidido en librarme de ellas – que con comodidad y paciencia nos susurran al oído: hey… Relájate... Ya verás que todo sale avante… De seguro en cuestión de minutos alguien más vendrá a salvarle… Así que, por ahora, deja de mirarlo… No sea que después a ese individuo se le ocurra acercarse… 

Lo único que necesita el mal para triunfar es que los buenos no hagan nada…

Palabras sabias que, en su momento, Edmund Burke, expresó con calma…

Los héroes no nacen, se hacen… De ser lo contrario… De nacer ya con el chip programado, entonces el altruismo y el filántropo no existirían en este hipotético planeta color blanco, carente de cualquier matiz negro o gris apático; la bondad… Valentía… El coraje son el equivalente a un diamante… Llegado el momento – y retomando el ejemplo – nos enfrentamos a ese suceso, aquella situación que de golpe o por buena o mala suerte nos obliga a entrar al ruedo, enfrentarnos a un toro que, así como los ayudantes que tiran del carruaje de Helios, con su poder y nombre parten los cielos, obligan a que todos se detengan para observar lo que está ocurriendo.

La presión… El llamado…

De forma sencilla puede reducirnos en polvo que sin mucha importancia se perderá en el espacio, bajo los pies de los demás quedará pisoteado…

O… Por el contrario…

Puede fortalecernos, hacer que nos expandamos, provocar que a la larga nos convirtamos en un diamante que con su luz y brillo a los demás corazones pueda contagiarlos… Inspirarlos…

Creo que el ejemplo, por excelencia, de como un individuo se puede levantar de la tierra para comenzar a volar como estrella, es, sin duda alguna, aquella del trepamuros que por cincuenta y nueve años se ha dedicado a velar por la tierra… Un individuo que, así como a Atlas, la gente – en su gran mayoría – lo desprecia… Cuestiona sus métodos… Exigen su cabeza…

La historia de Peter Parker – mejor conocido como el Hombre Araña – es de admirarse…

Él sufre con cada paso… Cada decisión que toma parece perjudicarlo… Orillarlo a, de nuevo, vivir un mal trago; él no es un multimillonario… Un alienígena… Un patriota que ante el grito de su gente y pueblo se puso el disfraz para salvarlos… Él tan sólo es un adolescente que en su momento se quedó mirando, fue indiferente ante una situación en la cual requería que él se hiciera cargo… Y al no hacerlo… El precio terminó pagando…

Tras obtener sus poderes decidió explotarlos, buscar el verde dinero… Y no el blanco…

Llegado el momento, le estafaron… Tras una pelea de lucha libre, no le entregaron lo acordado…

En venganza, se quedó parado… Optó por quedarse viendo como al tipo que de él había abusado lo asaltaban con descaro…

Sus necesidades no son problema mío… Fue así como respondió a los comentarios, dueño del changarro y policías con mucho asco se le quedaron mirando…

Pensó que con eso les enseñaría…

Demostrar que el karma existía, que la justicia era dulce… Perfecta… Hasta bíblica…

Para su desgracia – un dolor que por siempre cargaría en su pecho, cabeza y espalda – la equidad y rectitud a Peter ya lo esperaban a la vuelta de la esquina…

Al menos fueron compasivas… Dejaron que a su tío por última vez lo viera con vida…

El efecto domino le alcanzó enseguida…

No tardó mucho en darse cuenta que él fue el causante de la negrura que ahora a sus ojos cubría…

Debido a ello… Decidió dar su vida… Portar traje y máscara colorida con el fin de salvar el día...

Un gran poder… Conlleva una gran responsabilidad… ¡Listo, no hay que decir más!

A la indiferencia la he abordado desde la acción social… Puede que para muchos esto sea una pena, con ello no se puedan relacionar, después de todo – y no los culpo… – el mundo en el que viven les ha enseñado a dar prioridad a lo personal… Con tantas cámaras… Es muy difícil que en alguien más, especialmente en alguien que no conocen y que probablemente nunca en su camino se iban a topa, le puedan dar prioridad… Anteponerlo a su propia felicidad y bienestar…

Pero…

Todo en esta vida es un ciclo…

Así como le sucedió a Peter Parker…

Lo que hoy no nos afecta… En un futuro nos podrá hacer añicos…

Lo ideal sería que todos despertáramos, así como yo, trataran de hacer algo…

Empero, salir de la burbuja no es para tantos, existen aquellos canarios que, después de vivir tanto tiempo encerrados (subsistiendo de manera cómoda… Sin preocuparse por comida, agua, o de que algún lindo gatito desee guardarlo en sus entrañas) la idea de la libertad les deja aterrados…

Por ello los héroes – esos que no tienen superpoderes – son tan escasos, son muy pocos los que se dedican a ayudar a la gente sin tener que verlo como un trabajo…

Por eso son tan adorados… Venerados… El mundo los sigue y puede que hasta en secreto codicien seguir sus pasos…

Estar dispuesto a cargar con el peso ajeno es mesiánico, una labor para voluntarios.

El querer hacer algo es un llamado, uno individual que se presenta de acuerdo a lo que más nos causa impacto…

Un shock sensorial que a nuestros nervios deja mutilados…

Uno que, de no abrazarlo, nos dejará estancados… Pero sí lo hacemos, cambiará por siempre la forma en la que al mundo apreciamos…

¿Huh?

Vaya, vaya… ¿Qué es lo que aquí pasa?

Por estar tan enfocado en la temática, me olvidé por completo de aquel niño que a la escuela se encaminaba…

Por que ya no lo hace… Giró en dirección contraria…

A sus compañeros dejó como estatuas, parecería que su mente le indicó que por allí no se ganaría la batalla, obtendría las respuestas por las cuales tanto anhelaba; de forma vertiginosa se alejó de la plaza, el centro de la ciudad en la cual los adultos a sus Dioses adoraban.

Mientras todos daban la cara, de él sólo se apreciaba su espalda…

¡Cobarde! Los niños gritaban, de seguro pensaban que para el examen de ese día no había estudiado ni una página…

No obstante… ¿En realidad era él un temeroso con la intención de escaparse?

¿Acaso podría ser que en lugar de memorizar texto como si fueran recitales, su intención era la de encarar a Atlas para así de forma directa preguntarle?

¿Quién sabe?

Sólo él podrá responder a esta incógnita que por ahora ha iniciado un viaje…

Su viaje…

Un pequeño paso que en un futuro podría volverse en algo gigante…

Por ahora, dejemos que las cosas avancen…

Observemos si esos nervios que recorren su piel lograrán frenarle…

¡O motivarle!

Podría ser que estemos atestiguando el nacimiento del siguiente Peter Parker… Un joven que, sin nada que probarle a nadie, y con el miedo el cual produce burbujas en su sangre, de forma torpe – pero llena de coraje – se encamina hacia donde nadie más lo hace… A la salida… A la abertura que le permita emprender vuelo hacia la cordillera que desde su lecho provoca dudas y cosquillas… El motivo por el cuál Atlas no camina, a la tierra no deja caer cual manzana en época de sequía.

Elevando el puño al cielo… Puede que a modo de despedida… O para insultar a esos compañeros que a la distancia aún se reían… Parecía – debido a la posición que el sol en esos momentos tenía – que al llamado de Atlas acudía… En esos momentos su sombra al planeta también sostenía, los músculos de sus brazos por el peso y el calor hervían…


- Entrada redactada por Lucio García Cuétara, voluntario de Zapatos al Aire.

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