La Otredad, ¿qué es y por qué es importante?
Zapatos al aire A. C.
Autor: Talib Zamudio
¿Alguna vez te has encontrado con alguien que vive o viene de un lugar distinto al tuyo? Esta otra persona, quizá, tiene tradiciones, costumbres, creencias, sistemas de valores, etc. distintos y diferentes a los tuyos.
Más aún, probablemente tengas amigos que son distintos a ti en alguna o muchas de las cosas que te mencioné antes; pero que también comparten, quizá, algunas de tus creencias o gustos.
La realidad es que cada persona tiene una subjetividad, una interioridad, una vida interior, distinta. Es decir, tiene recuerdos, valores, deseos, etc. diferentes a los tuyos y a los de cualquier otra persona. Aún con todas esas diferencias logramos comunicarnos y establecer relaciones de amistad o de amor con los demás. La pregunta que te quiero hacer es ¿qué tantas diferencias y qué tan fundamentales pueden ser esas diferencias para que aceptes a una persona? Porque es fácil aceptar a alguien que no comparte nuestro equipo favorito de futbol, pero es más difícil aceptar, recibir y apreciar a alguien que no comparte creencias que consideramos más importantes, por ejemplo: nuestras creencias religiosas, nuestras creencias sobre nuestra patria, etc. Más aún, es difícil aceptar y abrazar a quien no comparte nuestro idioma, nuestra cultura o nuestras costumbres.
La cuestión aquí no es sólo qué tan distinta puede ser una persona antes de que la rechacemos, sino, ¿cómo reacciono ante una persona radicalmente distinta a mí? Piensa, por ejemplo, en los migrantes que llegan de medio oriente a Europa, son personas con una cultura, idioma, religión, color, etc. distintos a las de las personas que viven ya en Europa. Las respuestas más comunes ante esas personas otras, distintas, son dos: el rechazo o la igualación. Es decir, se les presenta la alternativa entre irse o acoplarse. Eso implica cambiar sus costumbres, su idioma, incluso a veces su religión, para poder ser aceptados. Pero cuando esto pasa, no hay una verdadera aceptación del “otro en cuanto otro distinto a mí”, sino que hay una aceptación del “otro que ya se parece a mí, que he igualado a mí”.
Hay una tercera alternativa ante aquellos que son distintos a nosotros: la aceptación y la apertura a su “otredad”, a sus “diferencias”. ¿Pero para qué aceptar a alguien con creencias, valores, etc. tan distintos a los míos si es más fácil y más cómodo que se acople a lo que yo creo correcto?
Aquí te presento dos razones para tener una apertura a la otredad: pensar en el otro y la ventaja de no encerrarse en lo que uno cree correcto. Piensa cómo te sentirías tú si llegas a un país distinto y tienes que cambiar todo lo que consideras valioso sólo para ser medianamente aceptado en una sociedad. Que te dijeran, por ejemplo, que no puedes celebrar el “Día de muertos”, que es una de las tradiciones mexicanas más apreciadas por nosotros. Si te prohibieran celebrar el día de muertos, o te pidieran cambiar tu religión, etc. ¿cómo te sentirías? Probablemente triste, molesto e impotente, porque necesitas relacionarte con las demás personas, pero también es importante que mantengas tus tradiciones. Pues exactamente por lo mismo no puedes exigirles a los otros que abandonen sus creencias y tradiciones para poder relacionarse contigo.
Ahora bien, incluso para ti tiene ventajas relacionarte con gente completamente distinta a ti. Cualquier relación con estas personas te mostrará cosas que desconoces y que probablemente choquen con tus creencias, pero ahí está el valor de esa interacción: te da la posibilidad de ser crítico con tus propias ideas y tradiciones, para saber qué es fundamental, qué puedes cambiar, qué es realmente correcto o incorrecto. Si nunca te abres al diálogo con alguien que es distinto a ti, nunca pondrás en duda tus creencias y no te darás cuenta si puedes mejorarlas; lo mismo con tus tradiciones, valores, etc.
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