La visión aristotélica de la felicidad
Zapatos al aire A. C.
Autor: Talib Zamudio
¿Qué es lo que cualquier persona desearía en su vida? Hay quienes quieren mucho dinero, pero también hay quienes no; hay quienes desean ser famosos, pero también hay quienes no. Lo que todos quieren y es hasta absurdo pensar que alguien no lo desea es una cosa: la felicidad. Nadie dice “no, yo no quiero ser feliz”.
Busto de Aristóteles, que se halla en el Palacio Altemps, Roma. en mármol, copia romana de un original griego de Lisipo (ca. 330 a. C.); el manto de alabastro es una adición moderna. De la colección Ludovisi. Fotografía por: Jastrow (2006). Imagen recuperada de: https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Aristotle_Altemps_Inv8575.jpg
Probablemente pienses que hay otras cosas que todos desean, pero estas cosas están también dirigidas hacia la felicidad. Si alguien quiere estar saludable y sano, probablemente lo quiera porque si se enferma sufrirá y, por lo tanto, no será feliz.
Ahora bien, aunque es sencillo aceptar que todos deseamos ser felices, lo que no es tan sencillo es definir el contenido de esa felicidad, o sea, responder a las preguntas: ¿qué es ser feliz?, ¿qué implica ser feliz?, ¿cómo puedo alcanzar la felicidad?
En la actualidad domina una noción hedonista y simplista de la felicidad. Esto significa que la mayoría de las personas creen que la felicidad se identifica con el placer, con cumplir los deseos incluso más inmediatos para conseguir el mayor número de placeres lo más seguido posible. “Mientras más placer tengamos, más felices seremos” piensa una gran cantidad de personas, pero esto no es necesariamente así.
Imagina algo que te genera muchísimo placer, por ejemplo, comer una dona. Ahora imagina que sólo comes donas todo el tiempo y entonces esto te genera ese placer todo el tiempo. ¿Dirías que una persona que come donas todo el tiempo es feliz sólo por eso? Parece absurdo pensar que nuestra felicidad se reduce al placer de una comida sabrosa.
Otro problema con esta visión de la felicidad es que ésta sólo está cuando hemos conseguido lo deseado y no en el trabajo para conseguirlo. Es decir, creemos que la felicidad está en la meta y no en el camino. El problema es que en realidad pasamos mucho más tiempo en el camino que en la meta: si alguien es feliz por comerse una dona, ¿es infeliz todo el tiempo que no está comiendo o que está trabajando para pagar su dona?, y entonces ¿si una persona es infeliz el 90% de su tiempo, diríamos que es una persona feliz? Parece absurdo pensar así.
Un último problema es que, si la felicidad depende sólo del placer, hay un montón de cosas que nos harán infelices. Por ejemplo, si vas por tu dona y llegas a la tienda sólo para darte cuenta de que ya se acabaron las donas. Si tu felicidad dependía de comerte esa dona, entonces ahora eres infeliz y no es tu culpa.
Hoy te traigo una propuesta distinta que responde a la pregunta ¿qué es la felicidad? Al mismo tiempo que nos dice ¿cómo conseguir ser felices? Y esa es la propuesta de la ética eudaimónica (que quiere decir, la ética dirigida a la felicidad) que Aristóteles describe en su libro Ética a Nicómaco o Ética nicomáquea.
Contra la idea actual de que la felicidad es una vida llena de placeres intensos que nunca se acaban, la propuesta aristotélica nos dice que la felicidad es el resultado de una vida tranquila y virtuosa, en la que cada uno es consciente y actúa dependiendo de sus circunstancias y su tiempo.
No podemos controlar las circunstancias que nos rodean, pero sí podemos controlar qué hacer ante ellas. La felicidad entendida como obtener un placer tras otro implica que la felicidad depende de las circunstancias que nos rodean, porque no controlamos qué nos causará placer o dolor. La felicidad entendida como una vida virtuosa nos protege ante la miseria y nos da una forma de enfrentar los altibajos de la vida y mantenernos felices a lo largo de ella.
¿Qué hacer para ser felices? La felicidad, para Aristóteles, es hacer la actividad propia del humano de manera excelente, hacer aquello para lo que estamos hechos de forma excelente. ¿Qué es hacer nuestra actividad propia de manera excelente? Ejercitar la virtud, es decir, hacernos de hábitos positivos, de una “segunda naturaleza”, que nos modifiquen y que nos hagan mejores. Como explica el experto en filosofía aristotélica Héctor Zagal: «felicidad como vivir de acuerdo con la virtud o excelencia (areté) del alma racional» (Zagal, 2013).
Si las virtudes son hábitos que permiten vivir de manera excelente, ¿de qué hábitos estamos hablando? O sea, ¿qué virtudes propone Aristóteles? El filósofo da un gran catálogo de virtudes, pero te hablaré de 2 que son fundamentales: la templanza y la fortaleza.
Antes de pasar a explicarte estas dos virtudes vale la pena que sepas que una virtud es un hábito positivo que es un justo medio entre dos extremos. Por ejemplo: beber alcohol (ya que uno es mayor de edad): la virtud en una celebración sería beber un poco de alcohol, ni no tomar nada para no brindar ni celebrar; ni tomar tanto para emborracharse y terminar mal. El justo medio sería tomar una copa para brindar y poco más. Pero el justo medio se ajusta según las circunstancias: para un médico a punto de hacer una cirugía el justo medio no es tomar una copa para brindar, sino no tomar nada en absoluto. Como ves, para Aristóteles la virtud es elegir correcta y moderadamente dependiendo de nuestras circunstancias.
La templanza y la fortaleza son virtudes que refieren a los placeres y a los sufrimientos, respectivamente. La templanza es la virtud que regula y nos dice cómo comportarnos respecto al placer; saber qué placer elegir y cómo gozar de él. Piensa en que tu objetivo de vida es ser un deportista famoso; para eso tienes que entrenar mucho y ser muy disciplinado con tu alimentación. Si la comida te genera mucho placer, debes ejercitar la virtud de la templanza para controlar tu apetito y poder mantener una buena alimentación; pero tampoco deber culparte por disfrutar de ciertas comidas cada cierto tiempo. Supongamos que, por ejemplo, te gustan mucho las frituras, la “comida chatarra”, pero eres deportista y debes cuidar mucho tu alimentación porque tienes pronto una competencia. La virtud te diría que no comas comida chatarra hasta después de competir, porque te hará daño y limitará tu rendimiento; pero tampoco debes, después de la competencia, negarte ese gustito que es comerte una bolsa de papitas. Piensa que si cedes ante tus ganas de comer papitas todo el tiempo, no lograrás el objetivo más importante que tenías en mente: ganar la competencia. Pero si después de la competencia te niegas a comerte unas papitas, te estás negando un placer sin razón alguna, lo que no es muy sano tampoco.
La templanza nos permite regular cómo y cuándo nos dejamos guiar por nuestros placeres más inmediatos y así, que estos placeres no interfieran con nuestras metas a largo plazo. Estas metas nos harán más felices que esos placeres (es más gratificante ganar una competencia para la que te preparaste durante meses o años a simplemente comerte una bolsa de papitas).
La fortaleza es la virtud que regula el sufrimiento y el temor hacia cosas futuras. Quien tiene fortaleza es valiente, decide conscientemente resistir y superar un miedo con vistas a un fin noble. Si logras manejar el sufrimiento y el miedo de tal forma que no te limiten, que no te dejen quieto y sin poder moverte; si logras superar el sufrimiento y el miedo para el en búsqueda de un objetivo noble, serás fuerte, tendrás fortaleza.
Si tienes un objetivo que crees que te hará feliz, entonces la templanza y la fortaleza te ayudarán a conseguir la felicidad. La templanza te ayudará a no desviarte de tus objetivos por cosas banales o que pueden tentarte; la fortaleza te ayudará a superar el miedo y evitar o manejar el sufrimiento en camino a tu objetivo.
Bibliografía
Aristóteles. (2011). Ética nicomáquea. En Julio Pallí Bonet (Trad.), Aristóteles: Vol. III. Gredos.
Zagal, H. (2013). Felicidad, placer y virtud. Ariel.
Zagal, H. & Victor Gómez Villanueva. (2019). Virtudes. Ariel.
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