Platón y las virtudes cardinales: una guía para la excelencia humana
Zapatos al aire A. C.
Autor: Talib Zamudio
Imagen de: De maraki_2311 - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=51696288
Seguramente ya hayas escuchado hablar alguna vez de Platón, el gran filósofo de la antigüedad, maestro de Aristóteles (del que hablaremos en el artículo siguiente), fundador de la Academia, etc.
Platón es uno de esos autores cuyas ideas están conectadas e interrelacionadas unas con otras y generan un sistema filosófico enorme y muy complicado de entender. Sin embargo, aunque cada idea platónica se relaciona con otra, hoy sólo quiero presentarte una de sus propuestas que, me parece, puede serte muy útil: la propuesta de las virtudes cardinales.
Platón no es el único filósofo que hace una ética a partir de las virtudes, también hay otros como su alumno Aristóteles. Sin embargo, es importante conocer la propuesta de Platón, ya que propone 4 virtudes “cardinales”, es decir, que son la base, fuente y/o guía de otras virtudes.
Las virtudes son hábitos positivos que nos permiten desarrollarnos mejor y alcanzar lo que en griego se conocía como la areté o excelencia. Es decir, son hábitos que nos permiten ser excelentes en nuestra vida. En tanto hábitos, eso implica que no por hacer una vez un acto virtuoso, uno ya es virtuoso; más bien la gran mayoría de nuestros actos y la gran mayoría del tiempo de nuestra vida debemos actuar de cierta manera para poder decir que tenemos tal o cual virtud.
Las 4 virtudes cardinales que propone Platón son: fortaleza, prudencia, templanza y justicia. A continuación te daré una breve explicación de cada una y de cómo pueden ayudarte en tu vida cotidiana para que tú también aspires y llegues a la “excelencia”.
La templanza es la virtud que nos ayuda a controlar y dominar nuestros deseos, sobre todo los que buscan el placer; nos permite refrenar nuestros impulsos que son contrarios a lo que deseamos con la razón. Por ejemplo, yo controlo mi deseo de comerme un pastel de chocolate enorme porque quiero cuidar mi salud. Pero si controlo mis ganas de comerme un pastel enorme sólo una vez ni estoy siendo virtuoso, ni en realidad va a ayudar mucho a mi salud. Si lo hago siempre que se me antoja, es porque tengo autocontrol sobre mis apetitos y deseos, de forma que puedo actuar mejor siempre en pro de cuidar mi salud.
La fortaleza es la virtud de aquellos que no faltan a su deber, es decir, saben qué es lo que deben de hacer y no se niegan a hacerlo incluso si no tienen ganas de ello, incluso si tienen miedo de cumplirlo. Piensa, por ejemplo, en un bombero. Seguramente le asusta mucho realizar su deber, pero aun así lo hace. El que tiene fortaleza se distingue del tonto y del temeroso: porque no tener miedo ante una situación riesgosa es tonto, pero no superar el miedo es de cobardes.
La prudencia es un tipo de sabiduría práctica, es decir, la capacidad de decidir qué es lo más conveniente en cada situación que se te presenta. Por ejemplo, un martes en la tarde sales de la escuela y tienes examen al día siguiente, pero tus amigos te invitan a jugar toda la tarde y tienes que decidir entre ir a estudiar, estudiar un poco o estudiar toda la tarde para prepararte bien. La prudencia te va a decir que es mejor estudiar toda la tarde, porque es lo más conveniente dado que tienes un examen al día siguiente.
Si te das cuenta, las virtudes están relacionadas: la templanza te enseña a controlar y dominar tus deseos, pero la prudencia te dirá cuál es la mejor manera de controlarlos. Es la prudencia la que te dirá que estudies toda la tarde y no vayas a jugar, pero es la templanza la que controlará tus deseos de jugar con tus amigos. La prudencia debe guiar a la templanza y la fortaleza y éstas deben aguantar.
Pero falta una virtud: la justicia. La justicia es, a grandes rasgos, definible como dar a cada quien lo suyo. Pero la justicia no refiere sólo a los demás, sino a ti internamente. La justicia debe darle a la prudencia la capacidad de decidir la mejor opción, debe de dar a la templanza y a la fortaleza la capacidad de controlar deseos y apetitos.
Si ejercitas estas virtudes, es decir, si las vuelves un hábito y guías tu vida a partir de ellas alcanzarás la excelencia, pues con prudencia elegirás correctamente tus metas, con templanza y fortaleza te mantendrás firme para llegar a ellas y con justicia ejercitarás las otras virtudes en el momento correcto ante la situación correcta.
Platón habla de la fortaleza sobre todo en los guerreros, que mantienen su posición frente al enemigo; pero estoy intentando acomodar la virtud a un ejemplo actual y cotidiano.
Bibliografía:
Sosa, B. (2017). Virtudes cardinales. https://www.carlosllanocatedra.org/blog-familia-y-sociedad/virtudes-cardinales. https://www.carlosllanocatedra.org/blog-familia-y-sociedad/virtudes-cardinales
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