La importancia de la estimulación temprana

Montserrat Villarino Ruiz

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Desde que nacemos, nuestro cerebro comienza a crecer y a formar miles de conexiones. Cada sonido, caricia, palabra o movimiento que experimentamos ayuda a construir las bases de lo que seremos más adelante. Por eso, la estimulación temprana es tan importante. Se trata de ofrecer a los bebés y niños pequeños actividades, juegos y experiencias que fortalezcan su desarrollo físico, mental, social y emocional.

Los primeros años de vida son un momento clave. Según investigaciones, el cerebro de un niño crece más rápido en los primeros cinco años que en cualquier otra etapa de su vida (Shonkoff & Phillips, 2000). Durante este tiempo, las neuronas, que son las células del cerebro, crean millones de conexiones. Si un niño recibe estimulación adecuada —como hablarle, jugar con él o enseñarle nuevas cosas— su cerebro se fortalece. Si no, muchas conexiones se pierden.

La estimulación temprana ayuda en varias áreas. En el área cognitiva, permite que los niños desarrollen mejor su memoria, atención y pensamiento lógico. Por ejemplo, cuando un bebé juega con cubos de colores o escucha canciones, está aprendiendo a reconocer patrones, a recordar sonidos y a resolver pequeños problemas. En el área motora, actividades como gatear, dibujar o correr fortalecen sus músculos y su coordinación (Papalia & Martorell, 2017). También es importante para el desarrollo social y emocional, ya que el contacto con otros niños o adultos enseña a expresar emociones, compartir y tener confianza en sí mismo.

No se trata de obligar al niño a hacer cosas para las que no está listo. Al contrario, la estimulación temprana respeta el ritmo natural de cada pequeño. Según Vygotsky (1978), los niños aprenden mejor cuando tienen apoyo y guía adecuada de los adultos, algo que se llama "zona de desarrollo próximo". Es decir, los adultos ayudan a los niños a avanzar poco a poco, sin presionarlos.

Además, la estimulación temprana no necesita ser complicada ni costosa. Acciones sencillas como leer cuentos antes de dormir, cantar canciones, jugar a las escondidas, o simplemente hablarle mucho al bebé son ejemplos muy poderosos. Lo importante es que el niño se sienta amado, seguro y motivado a explorar el mundo que lo rodea.

Cuando un niño recibe una buena estimulación desde pequeño, tiene más posibilidades de rendir mejor en la escuela, relacionarse positivamente con los demás y enfrentar los desafíos de la vida. La falta de estimulación, en cambio, puede dificultar su aprendizaje futuro y afectar su autoestima.

Por supuesto, cada niño es diferente. Algunos aprenden a caminar o hablar más rápido, otros tardan un poco más, y eso es completamente normal. La clave está en acompañarlos con cariño y paciencia, brindándoles las oportunidades que necesitan para desarrollarse de la mejor manera posible.

En resumen, la estimulación temprana es una herramienta poderosa que permite a los niños desarrollar sus habilidades, crecer más seguros y aprender con alegría. Apostar por ella es construir un mejor futuro, no solo para cada niño, sino para toda la sociedad.



Referencias

Papalia, D. E., & Martorell, G. (2017). Experiencias esenciales para el desarrollo humano. McGraw-Hill Education.

Shonkoff, J. P., & Phillips, D. A. (2000). From neurons to neighborhoods: The science of early childhood development. National Academy Press.

Vygotsky, L. S. (1978). Mind in society: The development of higher psychological processes. Harvard University Press.

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