La presión social en jóvenes y sus riesgos

Montserrat Villarino Ruiz

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La adolescencia es una etapa de grandes cambios, descubrimientos y aprendizajes. Es también un momento en el que buscamos pertenecer, encajar y ser aceptados por los demás. En ese proceso, la presión social se convierte en una fuerza muy poderosa que puede influir tanto positiva como negativamente en nuestras decisiones.

La presión social ocurre cuando una persona se siente obligada a actuar de cierta manera para obtener la aprobación de sus amigos, compañeros o grupos sociales. Aunque puede parecer algo inofensivo, esta presión puede llevar a los jóvenes a hacer cosas con las que no se sienten cómodos o que incluso ponen en riesgo su bienestar físico y emocional.

Uno de los principales riesgos de la presión social es que puede empujar a los adolescentes a involucrarse en conductas de riesgo, como el consumo de alcohol, drogas, el inicio temprano de relaciones sexuales sin protección, o incluso participar en retos peligrosos que circulan en redes sociales. De acuerdo con un estudio de la Organización Mundial de la Salud (2021), muchos jóvenes admiten que su primera experiencia con sustancias ocurrió por influencia de amigos o por miedo a ser rechazados.

Además, la presión social no siempre es tan directa. A veces no hace falta que alguien diga "hazlo", sino que basta con ver a todos los demás hacerlo para sentir que "debo hacerlo también". Este tipo de presión, más sutil, puede ser igual de poderosa. Bandura (1977), con su teoría del aprendizaje social, explicó cómo aprendemos observando a los demás. Si nuestros amigos normalizan ciertas conductas, es más probable que también las imitemos.

Otro aspecto importante es cómo la presión social puede afectar la autoestima y la identidad. En la adolescencia, estamos formando una idea de quiénes somos y qué queremos. Si constantemente actuamos para agradar a otros, podemos perder el contacto con nuestras propias decisiones, gustos y valores. Esto puede generar confusión, ansiedad o incluso depresión. Según Erikson (1968), una de las tareas principales de esta etapa es formar una identidad sólida; pero si el entorno no lo permite, pueden aparecer sentimientos de inseguridad y vacío.

Sin embargo, no todo es negativo. La presión social también puede ser positiva cuando nos motiva a mejorar. Por ejemplo, si estamos rodeados de personas que valoran el estudio, el respeto y el autocuidado, es más probable que adoptemos esos comportamientos. En este sentido, elegir bien a nuestros amigos y los ambientes en los que participamos puede marcar una gran diferencia.

Entonces, ¿qué podemos hacer frente a la presión social? Primero, es clave aprender a decir “no” sin sentir culpa. Esto requiere práctica y confianza en uno mismo. Segundo, desarrollar el pensamiento crítico: preguntarnos si lo que estamos haciendo lo hacemos por convicción o por presión. Tercero, rodearnos de personas que respeten nuestras decisiones y nos acepten tal como somos.

En conclusión, la presión social es una realidad en la vida de cualquier joven. Aunque a veces puede ayudarnos a crecer, también puede ponernos en situaciones de riesgo. Lo importante es ser conscientes de su influencia y aprender a tomar decisiones basadas en lo que realmente queremos y creemos. Tener valores firmes, autoestima y un entorno saludable nos ayudará a navegar mejor esta etapa de la vida sin perder nuestra esencia.


Referencias

Bandura, A. (1977). Social learning theory. Prentice-Hall.

Erikson, E. H. (1968). Identity: Youth and crisis. W. W. Norton & Company.

Organización Mundial de la Salud. (2021). Adolescencia y salud. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/adolescents-health-risks-and-solutions



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