TLO y una lección de cómo lograr una adaptación perfecta
Miguel Angel Luna Pacheco
La serie de HBO, que cuenta con Pedro Pascal como Joel y Bella Ramsey como Ellie, ejemplifica de manera brillante cómo expandir y enriquecer el universo de un videojuego destacado sin perder la fidelidad al material original.
The Last of Us es un videojuego de acción en tercera persona que comparte mecánicas similares con Uncharted, pero se destaca por su enfoque narrativo que la sitúa como una obra de gran relevancia, trascendiendo su naturaleza de entretenimiento para abrazar el arte. A medida que la industria de los videojuegos evolucionó a lo largo de los años, con sus propios premios equiparables a los Oscars, ya no resulta tan controversial, aunque las controversias persisten, considerarlos una forma legítima de arte. Sin embargo, en 2013, el camino hacia esa validación apenas comenzaba.
Dado el cariño y respeto que generaba el juego, y considerando el historial lamentable de adaptaciones de videojuegos, como la decepcionante película de Uncharted después de una larga espera, no es de extrañar que surgieran dudas, por no decir pánico, con respecto a esta nueva serie que se anunció en 2020. Afortunadamente, HBO y Neil Druckmann, el escritor y director creativo del videojuego, se involucraron en el proyecto y, sin perder de vista la visión artística, ofrecieron una clase magistral sobre cómo hacer las cosas bien. Se propusieron tomar un material valioso por sí mismo y llevarlo a otro medio, expandiendo tramas y personajes, enriqueciendo la historia general sin descuidar la fidelidad a la fuente original. El amor y el cuidado invertidos en este trabajo son evidentes, algo que faltó en muchas adaptaciones que simplemente se aprovecharon de grandes franquicias en busca de dinero fácil.
Los guionistas demuestran un claro entendimiento y compensan con un par de escenas épicas que en el juego carecían de impacto, como la muerte de Tess (interpretada por Anna Torv) en el segundo capítulo, o la secuencia en la que Joel se convierte en francotirador para proteger a su grupo de una horda de infectados en el quinto episodio. El enfrentamiento de Ellie con David, que en el videojuego es similar a un jefe final y representa el clímax absoluto, mantiene el espíritu original y la escena logra generar el máximo nivel de tensión de la temporada en el octavo capítulo. El emotivo "baby girl" de Joel al reencontrarse con Ellie resulta igualmente desgarrador tanto en el juego como en la serie.
Más allá de las repercusiones de la adaptación, tanto los aspectos técnicos como las interpretaciones son impecables y no podrían ser mejores. La pareja protagonista tiene una química vital sin la cual nada funcionaría: Pedro Pascal se convierte en el protector ejemplar del momento, mientras que Bella Ramsey demostró en Game of Thrones que sus personajes tienen la actitud necesaria para sobrevivir en un mundo hostil. El diseño de producción es un prodigio en sí mismo, con ciudades devastadas que son una réplica exacta del videojuego, y una vez más, la música conmovedora de Gustavo Santaolalla contribuye a crear una atmósfera distópica, triste pero luminosa.
La primera temporada concluyó después de nueve episodios, justo en el mismo punto en el que finaliza el primer videojuego, con el amargo diálogo entre Joel y Ellie y su última palabra, en la que ella decide creerle a él. Por supuesto, ya se ha confirmado una segunda temporada y esperemos que siga por el mismo camino. Además de todas estas virtudes, la serie tiene numerosos pequeños detalles que los fanáticos aprecian: los juegos de palabras, los diálogos sobre béisbol mientras montan a caballo, el deseo de Joel de ser cantante, el cassette con la canción de Hank Williams, los chistes con la revista porno gay y, sobre todo, la escena de las jirafas, un momento sublime en el juego que la serie recrea con una delicadeza perfecta. No hay dudas de que esta producción de HBO es la mejor adaptación que se ha hecho de un videojuego y un ejemplo de adaptación en general.
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